Los irlandeses deben ser, con diferencia, de los europeos más gregarios y amantes de la diversión. Casi cualquier excusa es buena para un buen “craic”, esa palabra irlandesa que se traduce como “una buena conversación, entretenimiento…”, la quintaesencia de su espíritu afable y acogedor.
Pero Irlanda también es conocida por sus impresionantes paisajes de un verde perpetuo, sus lagos, sus montañas, su mar y sus preciosos entornos salvajes que te dejarán con la boca abierta. Desde luego la Madre Naturaleza bendijo esta pequeña isla del Atlántico, desde las montañas Kerry hasta las colinas Wicklow, y estamos encantados con ello.
Además Dublín es uno de los mayores exponentes de la cultura del pub, con sus pintas de cerveza, su música en directo y su fantástico ambiente. Anímate a descubrirlo en cualquier local del Temple Bar o la calle O’Connell (entre otras muchas) y comprobarás a qué nos referimos. Déjate llevar, pide una buena cerveza negra y únete a la conversación, las risas y anímate a cantar como haría un buen autóctono.
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A pesar de sus reducidas dimensiones, Irlanda es un paraíso repleto de lugares mágicos que visitar. El folclore y la historia se mezclan por toda la isla y florecen en pueblecitos de postal y ciudades modernas y punteras.
Dublín funciona como centro neurálgico del país, una ciudad vibrante y llena de lugares emblemáticos. Por ejemplo el Trinity College, parada obligatoria para todos los fans de Harry Potter ya que su biblioteca se utilizó como parte de los escenarios de las películas. Dentro también del centro histórico podemos encontrar edificios de singular belleza como el Museo de Historia Natural o el Palacio de Justicia. Y para el que esté deseando conocer los auténticos pubs irlandeses no puede perderse el Temple Bar, el barrio más representativo y cervecero del país, en el que degustar una fantástica pinta y escuchar buena música en directo.
En el sudoeste de la isla irlandesa, destaca el encanto de la ciudad de Cork. Merece la pena visitar sus castillos y monasterios para poder experimentar un contacto con la naturaleza y la cultura del país. Los montes Wicklow y el monasterio de Glendalough, a sólo una hora de Dublín, son también dos lugares de visita obligados.
En este país, el turista puede disfrutar de una excelente ruta, la del Anillo de Kerry, un hermoso camino que serpentea entre lagos de ensueño, magníficas colinas y preciosas playas de guijarros.
Los pubs irlandeses sirven algo más que cerveza. Los platos que podemos disfrutar en estos establecimientos embeben de la cocina más tradicional y rural. Sopas, estofados y sobre todo patatas – asadas, fritas, en purés, “colcannon” (con col), “champ” (con cebollas) y hasta en crepes (o “boxty”)- son los alimentos más comunes.
El estofado es un plato que los irlandeses toman al menos una vez por semana. Su alto contenido calórico es perfecto para templar el cuerpo cualquiera de sus muchos días lluviosos. Se cocina con patatas, zanahoria, cebolla, tocino y col. Otro plato contundente típico de la cocina del país es el “coddle”, hecho de salchichas de cerdo, tocino, patatas y cebolla.
Los mariscos son cada vez más consumidos en Irlanda y poco a poco van incrementando su popularidad en el extranjero. Los langostinos de la bahía de Dublín, las ostras, los cangrejos o el “Dublin Layer” (langosta cocinada en whisky y crema) son platos que han ido adquiriendo mayor presencia en los últimos años.
Pero si hay algo que ha trascendido fronteras y se ha ganado a pulso el puesto de embajador irlandés, eso es la cerveza Guinness. Elaborada a base de agua, cebada, malta, lúpulo y levadura, esta bebida puede encontrarse en cualquier pub y hasta debajo de las piedras. A la sombra de este zumo de moderado contenido alcohólico se encuentra el Bailey's, una crema de whisky que goza de gran popularidad a nivel internacional, tan versátil que incluso ha dado pie a un delicioso postre: la “Bailey's Cheesecake”.
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